Archive for the ‘privacidad’ Category

Yo soy mi propio hacker
May 17, 2008

Entonces I. me pregunta si me enteré del último escándalo de seguridad informática: el hackeo de una base de datos de 6 millones de chilenos. ¿No te parece escandaloso?, me dice con una expresión algo excitada. Y a pesar que sé que busca sincera complicidad, termino respondiendo afirmativamente con mi cabeza a su pregunta. Aunque sé que la respuesta es mentirosa.

Recuento rápido. Diría que el 80% de la música que escucho en el día está registrada en Last FM. Que todas las fotos de mi vida en este último año y medio están en mi Flickr. Sin dudar, el 100% de mis intereses y experiencias desde el 2004, creo, han estado/están/estarán escritos en alguna memoria de página de Internet gracias a los blogs que he tenido. Apuntaría también que el 60% de las interacciones que mantengo al día son por MSN y un 10% por Gtalk. Debería agregar que el 99% de archivos e información formal la manejo a través de mis correos. Pago mi arriendo, las cuentas y hago traspasos por deudas varias a través de la sucursal virtual de mi banco (y hay que decir que es pésima). Mi Emule está funcionando todo el día en cada ocasión que enciendo el computador, aunque mis intercambios de archivos prioritarios son por Zshare y Rapidshare. Mi RSS mantiene todas mis lecturas diarias. Del.icio.us es el único lugar en que confío para guardar los contenidos que me interesan, todos, claro, estructurados por una imperfecta pero suficiente folksonomía que me funciona regio. Y cómo no, porque me da un aburrimiento enorme encontrarme con un vendedor que de seguro me atenderá mal, hago un 40% de mis compras en Internet.

Jamás -al menos concientemente- he firmado un contrato de confidencialidad con aquellas interfaces. La única vez que pienso en el concepto de «seguridad» cuando estoy en Internet, es cuando en el navegador aparece un candadito en la parte inferior de la pantalla. Y cuando me avisa que no lo es, lo confieso, cliqueo Aceptar igual.

Entonces I. me pregunta si me parece escandaloso el último incidente de seguridad informática. Y a pesar que sé que busca sincera complicidad, le miento y le respondo que sí. A estas alturas, que haya una base de datos suelta con mis datos no puede importarme menos, la verdad. De hecho, a tooooodo mi rastro voluntario en Internet, pienso agregar seriamente el registro minuto a minuto de mi vida con un Twitter personal. Y de paso, desechar la posibilidad que la gran tienda deje de mandarme ofertas que nunca pedí al mail solo porque igual aciertan con lo que necesito. Hay que decirlo: a mí la web semántica me vendrá como anillo al dedo. I. no lo sabe, pero me puse la soga al cuello hace mucho tiempo. Yo soy mi propio hacker.

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Foto CC clurr.

Yo no tengo Facebook
febrero 23, 2008

 

Facebook

A mí esto me pareció raro: Este fin de semana C.(1) y C.(2) me contaron que se habían hecho un Facebook. ¡Pero si ni siquiera tienen un Fotolog!, bromeé. C.(1) me confesó que no sabía para qué servía, pero que la habían agregado un par de personas que no veía hace mucho tiempo y que, en definitiva, se dedicaba a mirar las fotos de sus contactos. C.(2) tampoco lo usaba para mucho más, pero todo el mundo tenía uno así que por qué ellas no. ¿Acaso dormí una siesta de meses? ¿Qué pasó que ahora Facebook es popular cuando -hasta pasada la medianía del 2007- pocos en Chile lo usaban?

Mientras nos dirigíamos con C.(2) a ver la foto de su amiga hawaiana con la que se había reencontrado en Facebook, recordé que a finales del año pasado sospeché que esta red se estaba haciendo una herramienta popular en Chile: LUN lo reseñaba. Después con gran bombo se anunció que el pre candidato de derecha a la presidencia, Sebastián Piñera, lo usaba para comunicarse sobre todo con los más jóvenes (agregar acá el calificativo ABC1). Luego ocurrió que el resto de la clase dirigente de este país (gente que sale en la tv) siguió publicando su vida privada, esta vez, en este nuevo formato. Y de repente ¡chaz!: me encontraba mirando una foto ochentera de C.(2) y una gringa con collar de flores, con la insistente idea en mi cabeza de que quizás debiera agregar otra obligación online más a mi vida: mantener un Facebook.

Tecleo facebook.com en mi compu y no dejo de sentir cierta inquietud. No logro decidirme a usarlo aunque no es casual -me repito- que de ser un recurso cerrado para universitarios gringos, terminara siendo una herramienta abierta para todos los usuarios que se quisieran inscribir logrando inusuales índices de popularidad en la América del Norte angloparlante y UK. Algo debe tener y de seguro bueno. Sin embargo, ¿no es extraño que la popularidad de Facebook en Chile coincida con la oferta económica que hizo Microsoft por el 1,6% de sus acciones? Aún recuerdo leer crónicas ensalzando la figura de su dueño Mark Zuckerberg, destacando su juventud, genio, suerte, dinero y envidiables capacidades como líder y emprendedor (dos cualidades tan sobre valoradas en el Chile post crisis asiática). Sí, debo aceptarlo: Facebook para mí hoy solo representa estar presente en una suerte de red de ganadores, de zuckerbergs replicados, de blancos pseudo self made esperando ser encontrados para contar y mostrarse como líderes y emprendedores. PERO EN CHILE. Una especie de yotengofacebook = yosoydelprimermundo.

Frente a la pantalla del compu, un día después C.(2) me dice que soy una ridícula. La verdad es que no me atrevo a contradecirla. Me aclara que esto terminará siendo como Messenger: si no lo tienes, te quedarás sin panoramas los fines de semanas. Y sí, lo más seguro que después de unos meses necesite hacerme un perfil en aquel sitio. Ugh -interrumpe C.(2)- me agregó un tal D. Ni idea quién es. El patético dice que quiere ser amigo mío… ¿Igual Facebook es medio psico, noooo? Atiné a encoger los hombros. Yo no tengo Facebook, todavía.

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Foto con licencia CC de pshab.

A Google no le intereso (tanto)
febrero 20, 2008

Un tiempo atrás, G. me dijo que prefería Bloglines antes que Google Reader. Su opción se basaba en que Google ya sabía demasiado de él como para que ahora manejara sus suscripciones, lecturas y gustos. Y a mí, la verdad, es que la paranoia a veces me viene muy bien y no encontré muchas razones para debatirle.

Rápido repaso: uso Gmail desde hace algunos años y no se me ocurriría cambiarlo porque, simplemente, lo encuentro el mejor correo del mundo. También uso el Google Documents porque cuando estás al frente de un computador chatarra, es más rápido trabajar desde ahí. El Google Desktop, aunque a veces creo que es invasivo, me ayuda a encontrar cosas más rápido y si le hayara utilidad, de seguro bajaría el Google Maps. Ni hablar, claro, que mis páginas más visitadas son Google Reader y Google itself. Así las cosas, ¿cuánto sabe Google de mí?

Pero creo, con todo respeto a mí misma, que la pregunta debería ser ¿realmente le interesa a Google saber sobre mí? ¿De qué le sirven a esa compañía mis datos? ¿Es mi rastro de mails o búsquedas tan impactante para que una industria venga a mi caza con su publicidad? Seamos francos: no sé por qué, pero mis búsquedas siempre terminan en esas páginas html tan tipicamente early 90’s que, de tan demodé, sospecho si es que alguna vez tienen la intención de pagar a Google por cliqueo recibido. Además, entre los blogs a los que estoy suscrita están los de educación (y no, a pesar de estar en uno de los sitemas educativos más privatizados del mundo, no he elegido ningún curso por Google adds) y fanzines de moda (y tampoco, snif, le he comprado nada a Jil Sander).

¿Cuál es el negocio entonces para Google? ¿Por qué le interesa concentrar a esa long tail de usuarios dispersos como yo? Ok. Como en todo gran negocio, lo que me supone a mí y a ti en el patio de sus dominios, es que pueden especular con el número de potenciales clientes. Finalmente, el mercado ¿no se trata de eso? Es, en otras palabras, un nuevo bloof económico, otro borrego falso puesto por la mano invisible para que todos los demás lo sigan sin preguntar.

No obstante, ¿qué pasa si la información recolectada de cada usario tiene otros destinos? ¿Qué tal si se hace un revival de Mulder y Scully y todo termina siendo un gran complot del gobierno estadounidense para obtener datos privilegiados para la inteligencia estatal? Seré sincera y -como gran fan de ese show en los noventas- aceptaré que no descarto la posibilidad. Sin embargo, pienso ¿a quién engaño?: no soy terrorista, tampoco ocupo un gran puesto estratégico, ni menos soy una científica clave en el desarrollo de la humanidad. Disculpa Michael Zimmer. Pero de seguro, tooooda la información que Google guarda sobre mí por 18 meses, después se va -sin remordimiento alguno- a la gran papelera de reciclaje de la empresa. ¿Y saben qué? Ni el mundo ni los negocios han perdido algo muy valorable.

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Foto CC de missha.

Phishing romántico
febrero 18, 2008

Y A. nos trataba de convencer de que jamás te podía pasar algo tan terrible como lo que le pasó a ella con su hackeo de mail. Yo pensaba que Naty no diría lo mismo. Aunque para ser honestos, no debe ser una buena experiencia la mezcla de una mujer psico/despechada, un amigo nerd, y bueno, A. que, hasta ese entonces, poco sabía de la existencia del phishing romántico.

Lo cierto es que un día cualquiera, A. recibió un correo a Hotmail –sí, hay gente que usa Hotmail todavía- y al no abrir el archivo, le apareció un mensaje que le pedía autenticarse de nuevo. Y claro, A. lo hizo y welcome debacle. Unos días después, su ex novio la llama y le reclama que ha recibido decenas de mails suyos insultándolo. A. no entiende nada, hasta que comprende que había sido víctima de una mujer loca –la nueva novia de su ex – y de su obsesión de celos en contra de ella: con un amigo nerd, le envió un mail falso a A. y le robó su password. Lo otro –incluido el tenor de los correos enviados- ya lo podemos imaginar.

Ahhhh –le dije yo con autoridad- eso es un clásico phishing romántico. Porque no tiene que ver con robarse plata y dejarte escueta la cuenta corriente del banco, al contrario y como una buena canción de JLo, esto está más cerca del delito informático musicalizado por my love don’t cost a thing. Es un noquierotudineroquierotuvida. Una suerte de spam emocional para la víctima y el victimario. Lo pienso y veo phishing romántico en todos lados: el tipo que se roba la clave del Flickr de su ex para publicar fotos comprometedoras (las fotos y videos colgados así siempre son injuriosos para las mujeres, ¿no?); la novia que obtiene la clave del mail solo para llorar frente a la pantalla con los correos enviados por su novio secretamente a esa; etc.

Para alivio de los posibles afectados, hago memoria y jamás he ideado un phishing romántico. Ok. Corrijo. Jamás lo he llevado a cabo. No puedo tirar la primera piedra. Es que a veces pienso que: UNO, si te enganchas con una persona por lo que publica en su blog; DOS, entonces arreglaste una cita por chat; TRES, le dedicaste un playslist por LastFM; CUATRO, publicaste fotos de los paseos de ambos por Flickr… Luego, CINCO, ¿es el phishing romántico tan poco probable en las relaciones 2.0? Ok. Lo concedo. Es hora de que apague el computador y salga a la calle.

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Foto por CC de Creativity+.