Communities become the brand

noviembre 23, 2008 - Una respuesta

Jimmy Wales según Wikipedia:

Wales es actualmente Presidente emérito de la Fundación Wikimedia, una fundación sin ánimo de lucro situada en San Francisco. Wales ha declarado que se vio influido, durante su juventud, por los libros de Ayn Rand. Mientras estudiaba en la Universidad, fue dueño y moderador de una lista de correo denominada «Discusión moderada en Filosofía Objetivista«.

Según Wikipedia, el Objetivismo sostiene que:

…el propósito moral de la vida es la búsqueda de la propia felicidad o “interés propio racional”, y que el único sistema social de acuerdo con esta moralidad es el del capitalismo puro (llamado también capitalismo laissez-faire).

Levante la mano el que tiene miedo. Para aplaudir el cóctel de optimismo ingenuo, tecnoutopía y política neolibertaria, siempre estará la Universidad Mayor y la revista El Sábado de El Mercurio. Sí, cuando se implican este tipo de instituciones siempre -pero siempre- la sospecha se transforma en mi marca.

Al menos, todavía nos queda el bueno de Scholz.

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Foto CC de David Haslip.

La larga cola de tecnócratas

octubre 9, 2008 - 6 respuestas

Ni la precordillera pseudo indómita los separará. Ni una charla organizada por la elite chilena sería el impedimento. Ya dicen que para algo sirve el Twitter, los blogs y esa cosa llamada Facebook.  Nada impidió que la comunidad autodenominada tecnológica/bloggera asistiera a la conferencia de uno de sus líderes más admirados: Chris Anderson de Wired en la Universidad Adolfo Ibáñez. Para muchos, su brillante y alopécica cabellera es la lumbrera que guiará los destinos tecnológicos del hombre. Una especie de mesías del que sus admiradores no tienen temor a gritar: «¡No tengáis miedo de mirarlo a él!».

¿Hay que tenerle miedo? Respeto, quizás, cautela, mejor. Cada vez que me enfrento a la –no se puede negar– estupenda Wired, me repito las palabras de Mark Tribe (fundador de Rhizome.org), al momento de hacer el prólogo de un libro de Lev Manovich:

…Los europeos -que tal vez fueran por detrás en tecnología pero que a la hora de la teoría llevaban ventaja- estaban a la ofensiva y nos echaban en cara a los americanos nuestra “ideología californiana” (un cóctel letal de optimismo ingenuo, tecnoutopía y esa política neolibertaria que popularizó la revista Wired).

¡Auch! Coincidiremos que The Long Tail es uno de los textos mas interesantes sobre el impacto que lo digital trae consigo a las lógicas económicas. Pero como Carlos Scolari se encarga de aclarar, también podríamos afirmar que «Anderson se pasó de revoluciones y el tacómetro entró en la zona roja» cuando publicó el pretencioso artículo The End Of Science. Ahí, una cita escandalosa:

This is a world where massive amounts of data and applied mathematics replace every other tool that might be brought to bear. Out with every theory of human behavior, from linguistics to sociology. Forget taxonomy, ontology, and psychology. Who knows why people do what they do? The point is they do it, and we can track and measure it with unprecedented fidelity. With enough data, the numbers speak for themselves.

En palabras simples el admirado Chris borró de un plumazo la importancia de las ciencias sociales, filosóficas, lingüísticas, psicoanalíticas, históricas (acá insertar un largo etcétera) por los alcances cuantitativos de los datos en la era digital. Como si ellos fueran suficientes para contestar las grandes preguntas de la humanidad, enceguecidos todos por el paradigma del progreso que –equivocados– creíamos lo suficientemente criticado.

Y en el amparo de las cumbres cordilleranas, un importante puñado de personas lo filma, lo mira, lo fotografía, lo registra y lo admira. ¿Pensarán ellos que Marx o Lacan serían más creíbles si presentaran patrones numéricos? ¿Dirán de Chomsky: «show me the numbers!»? Quizás Chris Anderson ha creado una larga cola de pequeños tecnócratas, hoy eufóricos por los efectos del cóctel de optimismo ingenuo, tecnoutopía y política neolibertaria, pero que mañana despertarán con una resaca intelectual de proporciones que quizás, en el peor de los casos, se hará extensiva a todo un país.

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Foto CC@matiasjajaja

Los emprendedores no patean piedras

julio 30, 2008 - 2 respuestas

Los nuevos aires tecnológicos en las economías de países a medio morir saltando como la chilena, se han transformado en algo más que una muletilla cuando se habla de progreso, desarrollo o fuerza empresarial. Es hoy una especie de amplio paraguas que reúne –apretujados pero impostadamente optimistas– a una serie de variopintos personajes que con más o menos suerte, más o menos dinero y más o menos contactos, van por la vida autocalificándose de la neo profesión de la universidad de la vida: los emprendedores.

Los emprendedores y los proyectos digitales son ahora inseparables. El título parece magnificente. Es el calificativo digital de los quijotes del siglo XXI, que como dice la RAE, «emprenden con resolución acciones dificultosas o azarosas». Nadie niega que iniciar negocios es algo particularmente arriesgado, pero ¿cuántos emprendedores son los González o Tapia en Chile y cuántos son hijos de la oligarquía que tan bien  históricamente protege a los suyos? ¿Quiénes son los que arriesgan? No nos engañemos y aceptemos que no existe mérito alguno al acudir a la red de contactos en la que nos desenvolvemos: colegio, preuniversitario, universidad, magíster, tíos, primos, etc. Al final, yo solo canto: había tanto sol sobre las cabezas…

Un comodín de la buena conciencia es el término emprendedor en este país/jaguar revisitado, que quiere más Googles y buena vibra, pero que es incapaz de superar sus desigualdades sociales endémicas.  Un concepto que se escribe con tinte derechista disfrazado de esfuerzo y talento individual, o a lo más de «networking», palabra pálida e insulsa que modernísima llegó a desterrar a las antiguas cooperativas. Esa idea del trabajo esforzado para alcanzar no una situación económica decente o una vida  tranquila, si no asuntos más brillosos y elocuentes como el éxito, la fama, el reconocimiento. El negocio para los flashes del Flickr, del blog y del Facebook: la palmada en la espalda 2.0 de la galería sedienta de los meetings empresariales.

Así, fulano dice «yo soy un emprendedor» y la verdad de las cosas, pienso si lo que realmente quiere decir es que es un desempleado, un hijito de papá, no tiene profesión oficial o es simplemente un oportunista. Echo de menos cuando menganito decía «me puse con un negocito». Hablar en pequeño ya está prohibido en Chile. Uno no pone negocitos, uno EMPRENDE PROYECTOS. Lo que antes era la suerte que ayudaba o no a sacar a flote cada mes a la PYME, ahora resulta ser un mar de dificultades que un Hércules emprededor logra sortear gracias a la voluntad y la valentía de una buena idea. La creencia publicitaria de convencer que en Chile, para  tener una buena vida, solo hacen falta ganas. La realidad con más Gabriel Salazar y menos «¿Quién se ha llevado mi queso?» ha quedado en el olvido. Pero claro, supongo que de eso no se tratan los negocios y además yo no sé nada de quesos.

La sabiduría de las multitudes estúpidas

julio 12, 2008 - Leave a Response

Seamos claros: entre que las cosas se decidan dentro de cuatro paredes o sean abiertas a la participación general, prefiero esta última. Entre la encriptada sabiduría de tecnócratas postdoctorados, opto por los sinuosos caminos de los saberes del pópulo iletrado. Aún más señas: a mí nunca me convencieron totalmente los argumentos estéticos contra la sabiduría de las multitudes. Pero algo le debo conceder a Jaron Lanier: si bien no siempre las multitudes son estúpidas, las que lo son, han encontrado en Internet el medio perfecto para popularizar su irracionalidad a través de un pseudoingenio marketinero que tiene las mismas ambiciones del crowdsourcing (pay=$0) en formato spot camuflado.

Me refiero, por supuesto, a la muletilla más comentada de toda la red: el marketing viral. Es un nombre interesante, no hay que negarlo. Se trata de posicionar un producto o servicio a través del comentario/recomendación de persona a persona a través de las herramientas de la red. Punto. Es la hot invention, claro, de los cerebros de las estrategias publicitarias que hicieron una clase de upgrade digital al chismorreo milenario. Así, hoy todo es viral. ¿Que recibiste un meme (!)? ¡Es que la web es viral! ¿Que te rickrollearon (!!)? ¡Pues que esto es viral! ¿Que agregaste en tu Facebook como amigo al perrito de Lipigas (!!!)? ¡ES QUE INTERNET ES VIRAL!

Entonces ahí hago la suma y entro a dudar de los resultados que me da. ¿No se supone que con las redes sociales de la web hay más participación y por ende un más amplio radio de reflexión entre nosotros? Así las cosas, ¿no deberían ser la web 2.0 una oportunidad para hacer una red de reputación basada en razones antes que en meros argumentos (jingles) publicitarios? En palabras simples: si todos los consumidores del mundo sabemos que la publicidad es una falsedad (una verdad arreglada, dirían por ahí), ¿por qué aceptamos ser parte de un juego del que ni siquiera nos llega un mínimo depósito monetario en nuestra cuenta corriente?

Pero claro, mis preguntas son de una perseguida. Esto es viral. Un resfrío que se contagia aunque tú pongas voluntad para no caer. Esto no se trata de racionalidades (¡las racionalidades no venden, saltamontes!) sino que de estados afiebrados y de conciencias alteradas a tal punto que sean miles los que agreguen como amigo a un perro publicitario. ¿Es que sin la web habríamos considerado amigo a Perico o le comunicaríamos a todos nuestros contactos que amábamos el manjar Colún? A mí, a veces, la sabiduría de las multitudes en formato digital no termina de convencerme.

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Foto con CC de lonelysandwich.

Mi sitio social favorito

julio 2, 2008 - Leave a Response

fakebook

Si Fakebook existiera tal y como lo conocemos, pero en la versión con «c» en Internet, no dudaría en sacar una cuenta de usuario.

Facebook no es una casa de citas

junio 26, 2008 - Una respuesta

«Esto de Facebook se está transformando en juego sucio» me decía P. Yo, que porfiada aún no tengo cuenta allí, le entendí poco. P. me lo graficó así. Las chicas en Facebook le han encontrado la vuelta al sitio y ahora lo usan no como una red de amigos, sino como una suerte de telaraña pegajosa donde –con unos contactos allá y otros mensajes por acá– pretenden hacer caer a la víctima en un contacto virtual primero para materializarlo carnalmente después. ¡Ups! ¿No será mucho?, le dije yo. Y no pues. M. salió a confirmarlo.

Como al novio de P., según M. a su chico también le llegan «simpáticos» contactos de ex novias y pretendientes que -oh, cien años después que se dejaron de ver- les nacieron unas impulsivas ganas de comunicarse. Aquello no tendría nada de malo según P., si los mensajes no fueran del tono teextrañounmontón o seríalindojuntarnosaconversar. Tampoco tendría nada de malo si P. y M. no fueran unas celosas psicopáticas, replico.

«¡Oye pero es que no!», me espeta M. algo exaltada y batiendo su dedo índice en el aire. «¡No van a venir estas pobre minas a quitarme lo que yo conquisté en el mundo real, con las temibles reglas analógicas del físico, por unos maquillajes virtuales de buena onda y casualidad!».

P. continúa: «Mira, la cosa es así. Si quieren un sitio de citas, que se vayan a sexsisexno, pero que no pretendan hacer de Facebook un lugar para conseguirse novios». OK, por lo que entiendo, se trataría de un Facebook a la chilena. Como cuando las cosas que funcionan bien para todos, los chilenos se encargan de encontrarle la típica mañita para que funcione particularmente bien para ellos. The real I+D criollo, en definitiva.

¿Pero son solo las chicas? «Ay no sé», suspira P, y continúa: «A mi novio lo han agregado miles de ex novias y a mí, NIN-GU-NO. De todo tengo dos conclusiones. La primera, que las chicas solteras con Internet son más peligrosas que en la vida analógica; la segunda, soy taaaaaaan olvidable que me deprime». M. asiente y reflexiona mirando al aire. Para romper el silencio decidimos brindar con cerveza. Al parecer, esto de las chicas y Facebook es una clase de servicio de utilidad pública. Por eso me he decidido a escribirlo.

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Foto CC de inju.

I did it My Spaaaaaceeee!

junio 13, 2008 - Leave a Response

Haga clic sobre the old dude.

El principio del blog

junio 2, 2008 - 2 respuestas

Me costó recordar. La respuesta a la pregunta de E. se me hacía lejana. ¿Por qué escribo en un blog? Pues todo debe haber empezado como casi la mayoría de las cosas en mi vida: por la tv. Aunque haciendo memoria, unido a eso identifico un hecho que podría ser el verdadero inicio: mi primera clase de computación en la escuela.

Creo que fue a principios de los 90’s, y la hacía un profesor pelirrojo que llegó atrasado a una sala con dos o tres computadores (vivía en un campamento de Codelco, entiéndase los saludables recursos en esa época). Íbamos sin uniforme así que me imagino que era un taller voluntario. En medio del desierto, la verdad, esas actividades para mí eran EL verdadero oasis. En esa ocasión, recuerdo que alcanzó a enseñarnos cómo encender el computador (después las clases se suspendieron por falta de tiempo del profesor que –entre decenas de profesores normalistas de edad avanzada– debe haber sido el único que sabía cómo prender esos aparatos). No pasaba gran cosa hasta que –si mi memoria no falla– terminamos viendo una pantalla azul eléctrico con letras blancas. Y ESO FUE SUFICIENTE. Fue la experiencia más cercana a escribir mis memorias como lo hacía en cada capítulo Doggie Howser M.D en su diario de vida digital. Yo que escribía y escribía en mi cuaderno chico, de líneas, Auca de tapa azul, aquello era una especie de iluminación digital desde los cielos.

Cuando llegué a mi casa fui derecho al Atari 130XE, pero entre que no sabía más que hacerlo cargar juegos y que la pantalla ¡era la tv blanco y negro que estaba guardada como reliquia!, poco servía para mis propósitos. Así las cosas, nunca más volví a estar tan cercana a un computador hasta que ya entrados los noventas –y ya removida la serie del doctorcito– mi padre se compró uno, pero la verdad que escribir en un documento no tenía la misma gracia. No había una cámara que leyera la pantalla y mis escritos solo quedaban acumulados en una olvidada carpeta. La frustración llegó hasta el 2004, cuando al fin descubrí el botón Publish y mi primer blog público fue creado. Quizás, si la pantalla para escribir en él fuera azul, podría al fin ponerle término a mi historia del principio del blog. Por ahora, la verdad, el asunto está inconcluso. Aún cuando ya a estas alturas encuentre absurda la historia de un preadolescente que logra ser médico.

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Foto CC de Nikō.

Social networking wars

May 20, 2008 - Leave a Response

Las verdaderas luchas de la tecnología pedestre.

Yo soy mi propio hacker

May 17, 2008 - Una respuesta

Entonces I. me pregunta si me enteré del último escándalo de seguridad informática: el hackeo de una base de datos de 6 millones de chilenos. ¿No te parece escandaloso?, me dice con una expresión algo excitada. Y a pesar que sé que busca sincera complicidad, termino respondiendo afirmativamente con mi cabeza a su pregunta. Aunque sé que la respuesta es mentirosa.

Recuento rápido. Diría que el 80% de la música que escucho en el día está registrada en Last FM. Que todas las fotos de mi vida en este último año y medio están en mi Flickr. Sin dudar, el 100% de mis intereses y experiencias desde el 2004, creo, han estado/están/estarán escritos en alguna memoria de página de Internet gracias a los blogs que he tenido. Apuntaría también que el 60% de las interacciones que mantengo al día son por MSN y un 10% por Gtalk. Debería agregar que el 99% de archivos e información formal la manejo a través de mis correos. Pago mi arriendo, las cuentas y hago traspasos por deudas varias a través de la sucursal virtual de mi banco (y hay que decir que es pésima). Mi Emule está funcionando todo el día en cada ocasión que enciendo el computador, aunque mis intercambios de archivos prioritarios son por Zshare y Rapidshare. Mi RSS mantiene todas mis lecturas diarias. Del.icio.us es el único lugar en que confío para guardar los contenidos que me interesan, todos, claro, estructurados por una imperfecta pero suficiente folksonomía que me funciona regio. Y cómo no, porque me da un aburrimiento enorme encontrarme con un vendedor que de seguro me atenderá mal, hago un 40% de mis compras en Internet.

Jamás -al menos concientemente- he firmado un contrato de confidencialidad con aquellas interfaces. La única vez que pienso en el concepto de «seguridad» cuando estoy en Internet, es cuando en el navegador aparece un candadito en la parte inferior de la pantalla. Y cuando me avisa que no lo es, lo confieso, cliqueo Aceptar igual.

Entonces I. me pregunta si me parece escandaloso el último incidente de seguridad informática. Y a pesar que sé que busca sincera complicidad, le miento y le respondo que sí. A estas alturas, que haya una base de datos suelta con mis datos no puede importarme menos, la verdad. De hecho, a tooooodo mi rastro voluntario en Internet, pienso agregar seriamente el registro minuto a minuto de mi vida con un Twitter personal. Y de paso, desechar la posibilidad que la gran tienda deje de mandarme ofertas que nunca pedí al mail solo porque igual aciertan con lo que necesito. Hay que decirlo: a mí la web semántica me vendrá como anillo al dedo. I. no lo sabe, pero me puse la soga al cuello hace mucho tiempo. Yo soy mi propio hacker.

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Foto CC clurr.